1. El ‘Mosco’
Una mañana de febrero, Víctor Julio Saavedra, un campesino santandereano de 55 años, descendió hasta un río a un centenar de metros de un cultivo de cannabis en la Sierra Nevada de Santa Marta. Luego de señalar dos águilas cabeciblancas que volaban sobre su cabeza, Víctor, conocido en la Sierra con el alias del Mosco o el Mosquito, se sentó en una roca pulida, como un huevo de dinosaurio, y observó el agua transparente bajo la sombra de una guadua.
Una gorra oscura y decolorada ocultaba cejas negras pobladas sobre ojos azul marino, que contrastaban con la piel tersa, tostada por el sol. Vestía su ropa de trabajo: un jean desteñido, camisa de manga larga oliva, tenis para caminar y un conspicuo reloj digital fucsia. Lo miró en algún momento. Ese día el ELN había decretado un paro armado, así que debía estar en casa antes del anochecer. No mucho tiempo atrás, a esa preocupación habría tenido que añadir el de la Ley. Aún le costaba acostumbrarse a que hoy podía sembrar y cultivar marihuana sin tener que esconderse o estar esperando la llegada de la Policía.
2. ‘El Mosco’, la selva y la coca
Saavedra lleva más de treinta años sembrando y cultivando marihuana en las faldas de la Sierra. Nació en La Belleza, un municipio de Santander no muy lejos de La Alegría y La Fortuna, cerca de la frontera con Boyacá. Creció en una familia de seis hijos. A finales de los 60, su padre se fugó con una prima menor de edad de su madre. Víctor tenía dos años y su hermana menor apenas dos días de nacida.
Su madre sacó adelante la familia. Tenía cultivos de mora, tomate de árbol y lulo, en los que Víctor empezó a trabajar desde los cinco años. En las laderas de la montaña, aprendió a preparar la tierra antes de sembrar, a combinar químicos y pesticidas para controlar las plagas, y a recoger las frutas en su punto justo. Las plantas, descubrió, eran “como los animalitos: si las alimentas bien, eso crecen bonitas, bonitas”, dice.